Heredera divorciada Novela de Juliany Linares

Chapter 5



Chapter 5

Alas rotas por enmendar.

Su mirada dura e indiferente que me dirigió no le duró más de diez segundos, sus ojos me recorrieron completa de pie a cabeza y sus facciones se relajaron cuando nuestros ojos se volvieron a cruzar, soltó un suspiro al parecer cansada y se acercó a mí, no fui capaz de mover ni un solo músculo, pues no veía intención de recibirme con bombos y platillos, más bien parecía que me iba a reprender, sinceramente, deseaba que lo hiciera, lo merezco por haber abandonado a las únicas personas que me aman y me amarán incondicionalmente, por sobre todas las cosas.

Inhalé su fragancia cuando estuvo frente a mí, aquel perfume lo recordaba muy bien, gracias a mí usaba esa fragancia, después de botarle su antiguo perfume que lo único que hacía era provocarme náuseas. Su boca se abrió, listo para soltar mi merecedor regaño, pero se cerró al mismo tiempo que sus brazos me envolvieron en un abrazo que me devolvió a la vida.

— Te extrañé mucho, mi pequeña Sari. —me dejé llevar por la calidez de su abrazo, lo reconfortante de nuestro tacto y del agradable silencio que nos envolvía en la entrada de la casa, disfrutando del abrazo el uno del otro.

Fue imposible detener mis lágrimas, me sentía tan miserable, una mala hija por haber abandonado al hombre que dio y daría todo por mí, por mi felicidad, por mi bienestar, a cambio de un imbécil que me ofreció un, hasta que la muerte nos separe, pero no sabía que hablaba de la muerte de su amor por mí.

— Perdóname, padre, he sido una desconsiderada, una egoísta, una mala hija, merezco lo que estoy pasando por haberlos abandonado por ir tras un hombre que me fue infiel. —mis palabras apenas y eran entendibles, pues no podía dejar de sollozar mientras las lágrimas se desbordaban de mis ojos.

Me sentía tan mal por dentro, mi alma estaba hecha pedazos al igual que mi corazón, saber que no valió ni un poco la pena haber dejado mi vida por el hombre del que me enamoré y que la mujer a la que consideraba mi amiga, le valió tres hectáreas de mierda que estábamos casados, se pasó por el arco del triunfo nuestra amistad de tantos años, dejando al descubierto la verdadera Rachel, esa que siempre me envidió por lograr capturar la atención del hombre, que sin saberlo, ella estaba interesada.

Lo único bueno que rescataba de esta tragedia, era el fruto de nuestro… de mi amor por aquel hombre que terminó desbloqueando inseguridades y miedos en mí, convirtiéndose en mi primera decepción amorosa, porque él fue el primero y el último, y no dejaba de preguntarme, ¿Qué pasó? ¿No fui suficiente para él? ¿Qué me hizo falta? ¿Se dejó llevar por los comentarios despectivos y negativos de su familia hacía mí, por mis orígenes desconocidos? ¿Tan importante es para ellos el qué dirán? A él no parecía importarle eso cuando me pidió matrimonio.

Dejé de un lado aquellas preguntas que solo me atormentaban y me di ánimos a mí misma.

No, yo di todo de mí, fui una buena novia, una buena esposa, una buena compañera, pero él no lo valoró.

— Ven acá, mi Sari, vamos a remendar esas alas y a recoger cada pedazo de tu corazón, no te hace falta las migajas de ese hombre cuando tienes el amor de tu familia, vamos a recuperar tu amor propio. —las palabras de mi padre me calmaban y me hacía sentir como una completa estúpida. Me hizo avanzar hasta la sala, con un brazo rodeando mis hombros y se sentó conmigo en el cómodo y nuevo sofá de cuero color crema. —No sabes la alegría de volver a verte después de estos años sin tu agradable presencia en casa, vamos a mejorar ese estado de ánimo, quiero de vuelta a la Sarah sonriente que salió de aquí con sueños y metas.

Los sueños y metas de esa Sarah quedaron en New York, lo único que me mantenía con fuerza era la vida que estaba creciendo en mi vientre.

— Vas a ser abuelo. —suelto de repente sin anestesia y su mirada de sorpresa no se hizo esperar, miró a mi madre, quien se había sentado a mi lado con los ojos cristalizados, estaba conmovida al verme tan triste, tan abatida, y a su vez se podía ver la alegría de tenerme de vuelta.ᅠ

— Estás embarazada. —aquello sonó más a una afirmación que una pregunta, la serenidad con la que hablaba me devolvía la seguridad y la confianza que una vez tuve con él, sabía que no iba a juzgarme por ser tan descuidada, al fin y al cabo, yo no era adivina para saber que todo esto iba a pasar, nunca llegué a sospechar que Alexander me estaba siendo infiel a pesar de su repentino desinterés en mí y aunque si pude hacer mucho para evitarlo, ya era tarde y solo me quedaba lamentarme. —Y él no lo sabe. —otra vez sonó como una afirmación y asentí avergonzada sin mirarlo.

Sé que no tenía el derecho para ocultarlo o para hacer que mi hijo crezca sin conocer a su padre, pero dadas las circunstancias, lo único que pude hacer fue ponerle punto y final a la relación con el hombre que destrozó mi corazón, mi confianza y mi amor propio, sin darle oportunidad a que se enterara de su paternidad, sentí que era lo mejor para mí, para mí estabilidad emocional, mientras más alejada, más fácil sería asimilar todo.

Eso era lo que pensaba.

— Tampoco quiero que se entere. —la desaprobación en su mirada me hizo temblar y tuve que mejorar mi respuesta. —Al menos no por ahora, por mi tranquilidad durante el embarazo, también sirve para organizar mis ideas.

Mi padre soltó un suspiro sin creer un poco lo último que dije, él me conocía tan bien, entre ambos había una conexión de padre e hija que no se rompería ni aunque nos separemos por diez años.

— No comparto tu decisión, sin embargo, la respeto. Yo, como hombre, no me agradaría ni un poco que me ocultaran algo tan importante como lo es un hijo, pero si tú crees que es lo correcto, no intercederé. Solo quiero que sepas que aunque le falte el amor de un padre a ese bebé, bastará con el

amor de su abuelo y el de su abuela. —secó mis húmedas mejillas con su pulgar y fue inevitable regalarle una sonrisa genuina.

No sé cómo pude pensar que él no iba a querer verme después de tanto tiempo, por supuesto que estaría incondicionalmente para mí, soy su única hija a la que siempre consintió, aunque he sido reemplazada por Brandy.

— Estamos felices de tenerte de vuelta, cariño. —dijo mi madre a mi lado, al mismo tiempo que pasaba sus brazos por mi cuerpo hasta llegar al de mi padre, fundiéndonos en un abrazo familiar que no me había dado cuenta de cuánto necesitaba.

— Basta de sentimentalismo, ya sé que vienen de un viaje largo y cansado, pero no puede faltar al banquete exclusivo que preparé en tiempo récord para celebrar el regreso de mi heredera. —lo reprendo con la mirada por hacer tal cosa, aún sabiendo que volvía hecha pedazos. —¿Qué? No me mires así. Parece que no me conocieras, por supuesto que celebraría tu regreso, además sirve para que te distraigas y saludes a tus viejos amigos y tal vez hagas unos nuevos. —ahora lo miro un poco molesta, no estaba en condiciones para saludar a viejas amistades y mucho menos para conocer gente, mucho menos exponerme ante la sociedad y que se enteren que soy la heredera de Doinel, no era el momento. —Abby ha sido invitada. —tan pronto como dijo aquello mi rostro se iluminó.

— Hubieses empezado por ahí. —dije levantándome de mi asiento y alejándome de los brazos de mis padres, mientras limpiaba mis húmedas mejillas, no iba a seguir llorando el resto de mi vida, le hacía mal al bebé.

La ilusión de ver a mi amiga me invade cambiando mi ánimo por completo, no, mi amiga no, mi hermana de diferente sangre, la conozco desde que estábamos en pañales, es hija de una familia muy influyente, los Dubois, los mejores amigos y socios de mis padres.

— ¡Maga! —llamó mi padre al ver mi nuevo estado de ánimo y mis ojos se abrieron de par en par al escuchar ese nombre.

Mi nana, mi segunda madre, no sabía cuánto la extrañaba hasta este momento.

— Señor. —su voz me hace girar y no pudo disimular su sorpresa y alegría al verme. —Niña Sarah. novelbin

— ¡Nana! —me acerco hasta ella y la abrazo sintiendo la emoción en mi pecho.

Después de abrazarnos, decirnos cuánto nos habíamos extrañado y lo feliz que ahora estamos de vernos nuevamente, mi padre le ordena que me lleve hasta mi habitación con mi equipaje, que se resume a una pequeña maleta con ropa que compré de último momento en Orlando.

Mi habitación luce como siempre, la cama enorme muy bien arreglada con sábanas de seda, la alfombra rosa que abarcaba todo el suelo, mi guardarropa, mi baño privado y el balcón, Dios, cuánto amaba ese balcón con vista al patio trasero, la piscina lucía como siempre, al igual que las áreas verdes y las de deporte, lo que me fascinaba de este lugar, era la fascinante vista a un bosque con árboles enormes, toda mi vida quise adentrarme al bosque, pero nunca tuve la oportunidad, ni la valentía.

— La dejo sola, mi niña, su guardarropa ha sido remodelado por la nueva colección de Doinel, sé que le va a gustar, si necesita mi ayuda en algo no dude en llamarme. —le agradecí a Maga y abandonó la habitación sin borrar la sonrisa de su rostro.

No esperé más y me di un relajante y largo baño de espuma en la tina que tanto extrañé.

Lo poco que logré relajarme, se esfumó cuando cerré mis ojos, inevitablemente venía a mi mente la desagradable imagen de mi esposo siéndome infiel con mi mejor amiga. Solté un suspiro cansado, frustrada por la habilidad de mi cerebro al recordarme sucesos que quería borrar de mi memoria.

Salí de peor humor del que entré al baño y envolví mi cuerpo en una bata limpia.

El sonido de mi celular llamó mi atención y de inmediato lo tomé, desde que el chófer nos recogió, no le había dado un vistazo, aunque me extrañaba que alguien me escribiera, pues en los últimos años me había alejado de muchas personas y eran contadas las personas que me escribían.

Es imposible que mi sangre hierva al ver el remitente, Rachel.

“Estamos agradecidos de que te hayas marchado, solo haznos un último favor, no vuelvas a aparecerte, no eres bienvenida en nuestra casa. Es una lástima que no hayas cumplido tu trabajo ser una buena esposa, pero descuida, de eso me encargo yo.”

Una punzada de dolor de alojó en mi pecho cortándome la respiración, haciéndome olvidar como es que se respira, ¿nuestra casa?

El buen humor que había recuperado al llegar a París, fue reemplazado por la decepción, el dolor iba acabando con los últimos pedazos de mi corazón, al ver la foto que me ha enviado.

Era una foto de ella y de él, ambos en la cama de nuestra habitación… perdón, de la que fue nuestra habitación. Su cabeza reposa en el pecho desnudo de un dormido Alexander, aunque los ojos de Rachel estaban cerrados, se podía notar su leve sonrisa de medio lado, a pesar de ser una simple imagen, podía distinguir la misma expresión de satisfacción en su rostro, como si estuviera orgullosa de su cometido.

Increíble.

No pudieron esperar a que me fuera para seguir haciendo de las suyas.

Así fue como el último brillo, desapareció de mi rostro.

Me mataron en vida.

La rabia me cegó por un instante y comencé a teclear una respuesta ofensiva, pero me detuve cuando estuve a punto de enviar el mensaje, al caer en cuenta de las barbaridades que estaba escribiendo.

Me senté en la cama después de tomar una bocanada de aire y volví a escribir el mensaje con más calma.

“Te felicito, sigue disfrutando tu sensación de superioridad por ser la amante. Me has librado de un gran dolor de cabeza, después de todo, fue tu último gesto de amistad.”

Envié el mensaje y de inmediato presioné bloquear contacto, no quería saber nada más de ella.

Me acosté en la cama con los brazos extendidos y cerré los ojos por unos segundos, sintiéndome, más que triste, molesta conmigo misma por haber sido tan ciega y tan estúpida por haber entregado todo sin recibir nada a cambio.

Navegué en mis recuerdos, hasta el día en que lo vi por primera vez en aquel lugar de carrera de autos clandestinas a la que Abby me llevó a rastras en nuestra último viaje juntas.

Recuerdo cuando corrí junto a Abby en un intento por perdernos de mi guardaespaldas y choqué con un cuerpo fuerte que me hizo tambalear y cuando estuve por caer al suelo, unos brazos me tomaron con fuerza, impidiendo el golpe de mi tembloroso cuerpo, lo primero que vi fueron sus preciosos ojos color miel que me miraban con preocupación y ternura.

Después de preguntarme si estaba bien y pedirme perdón, cuando claramente fui yo la culpable por correr sin mirar mi camino, se presentó como Alex y justo cuando le dije mi nombre, mi escolta me alcanzó, alejándome de aquel chico de dieciocho años que no apartó la mirada de mí hasta que entré al auto, dónde me esperaba una molesta Abby por perder minutos valiosos de tiempo con ese muchacho, cuando pudimos aprovecharlos para huir de mi escolta.

Años más tarde coincidimos en la universidad, yo supe quién era desde el primer momento en que lo vi y me sorprendió cuando me dijo que nunca me había visto en su vida.

Creo que esa fue la primera señal que me decía: AHÍ NO ES. Si no me hubiese dejado llevar por la primera impresión que tuve de él en aquel lugar, no hubiese puesto los ojos en Alexander, no le hubiese entregado todo de mí, no me habría convertido en la Sra. Lancaster, ni habría tomado la tonta decisión de dejar a mi amorosa familia, para ser parte de una que no hicieron más que humillarme las veces que quisieron.

Y ahora estaba aquí, con un recuerdo que me cayó en el ojo, un bebé en camino y con unas alas rotas por enmendar.


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